Solo los que se atreven a llegar lejos son capaces de llegar a saber lo lejos que pueden llegar (T.S. Elliot).
La posibilidad de realizar un sueño es lo que hace que la vida sea interesante (Paulo Coelho).
Podría pasarme horas poniendo frases de este estilo, y aún así sería incapaz de expresar lo que sentí ayer, 15 de abril de 2012, fecha que recordaré durante mucho, mucho tiempo. Ese día se celebró la primera maratón homologada de Galicia, en la ciudad de Coruña. Se trataba del campeonato gallego de maratón La Coruña 42, tres vueltas de 14 km por las calles de la ciudad.
Ya he escrito en este blog que uno de mis propósitos era acabar una maratón este año 2012, que cumplí 40 tacos de calendario. Diversas lesiones, cambios de trabajo, problemas varios, vagancia y otras circunstancias hicieron que no preparase esta carrera, decidiendo dejar la intentona para otoño (cuando se celebra la maratón de Oporto o el del Miño, en Orense). Sin embargo, el compañero de correrías Chedo me convenció de que le acompañase unos kilómetros, así que decidí acudir a la cita con la idea de ir pegado a él la mitad del recorrido o, como mucho y si los astros se alineaban, dos de las tres vueltas de que constaba el circuito.
¡Qué mala noche pasé el sábado! me desperté cada hora, daba vueltas en la cama, me dolía el estómago...un desastre, vamos. Para más INRI, hacía un frío que pelaba, osea que la cosa no pintaba muy bien.
¡Qué mala noche pasé el sábado! me desperté cada hora, daba vueltas en la cama, me dolía el estómago...un desastre, vamos. Para más INRI, hacía un frío que pelaba, osea que la cosa no pintaba muy bien.
Después del verano anticipado que disfrutamos en marzo, ocurrió lo que todos temíamos, que llegó el invierno atrasado, de golpe y con más furia que nunca. Toda la semana hizo mal tiempo así que esperábamos lluvia, pero lo que vi al abrir la persiana del domingo (día M de maratón) superó los peores presagios. Un viento terrible, unos chubascos fortísimos y un frío de mil pares de narices estaban decididos a amargar la carrera de los más de 1200 corredores inscritos para participar. A mi me daba igual, al fin y al cabo no iba a acabar la carrera y no había entrenado, pero pensé en la mala pata de quienes llevaban meses con esta carrera en la cabeza.
Ya por la carretera vi a muchos locos como yo, de esos que madrugan más un domingo que entre semana solo para sufrir como condenados dándole caña al cuerpo serrano bajo la lluvia en vez de estar en la cama hasta media mañana. Al llegar a la zona de salida, cientos de personas con camisetas de colores calentaban y estiraban con las posturas mas variopintas. Saludo va, saludo viene, abrazos por aquí, bromas por allá...y ¡PUM! disparo de salida. Allá vamos, a correr unas horitas. ¡Qué frío hacía!
Los primeros km transcurrieron tranquilos, dándome tiempo a charlar y bromear con los conocidos y no conocidos que corríamos. Al llegar al paseo marítimo,girando en dirección a la Torre de Hércules, el fuerte viento en contra me asustó un poco, "yo no soy capaz de aguantar esto ni una hora y media" pensaba. Pero seguí con Chedo, aprovechando que el ritmo era llevadero. El recorrido tenía su punto, ya que te cruzabas muchas veces con el resto de los corredores y así me pasaba el tiempo animando y slaudando a los que pasaban a mi lado. Los doniñeros en pleno (casi) corrían como almas que llevaba el diablo, la rubia María (que fue la primera mujer en cruzar la meta) destacaba con su coleta al viento, muchos foreros de la página de atletismo "correrengalicia.org" nos reconocíamos y dábamos palmadas...una maravilla, como en todas las carreras. Alguien dijo que lo mejor de este deporte es que los adversarios suelen ser grandes amigos, y la verdad es que cada vez estoy más de acuerdo.
En el Aquarium Finisterrae (Casa de los Peces) dimos la vuelta para recorrer en sentido contrario el paseo marítimo, hasta llegar cerca de la Torre Millenium, el simpático Eolo de las narices se desahogó de lo lindo, no se podía ni avanzar, yo no dejaba de mirar a mi compañero a ver si él flaqueaba, pero nada, el tío tan tranquilo. Cuando giramos en una rotonda y pensé que así el viento vendría de espaldas, empezó a granizar a lo bestia, no había manera... "¿en qué berenjenal me he metido?, menudo ridículo voy a hacer..." esos pensamientos limitadores me venían una y otra vez a la cabeza hasta que decidí intentar llevar a la práctica esa teoría de que tú controlas tus pensamientos, así que los desterré y me concentré en disfrutar de lo que me gusta, correr y estar rodeado de gente.
(Contra viento y marea ) |
(El grupillo en cuestión) |
Al llegar al km 30 dije, venga, hasta el 32, luego al 35, 37....los conocidos que nos cruzábamos en vueltas y rotondas no daban crédito "pero ¿qué hace ahí Miguel, que nunca entrena en serio?" y me animaban creyéndose que iba fresquísimo. ¡Las narices fresco! lo que iba es emocionado y alucinado de lo que estaba haciendo.
En el km 39 estaba nerviosísimo ¡ya estaba claro, sabía que iba a hacer mi primer maratón! ¡a los 40 años, como pretendía y encima en la primera edición de un maratón que va a ser un clásico!. Y venga a posar para las fotos, a saludar, a comer plátanos y manzanas en los avituallamientos...en ese km fue cuando el grupo se disgregó, Chedo por alante, otro encontró a una amiga y también fue por su cuenta, el otro se retrasó y yo aminoré un poco el ritmo, temeroso de golpearme con el famoso muro del maratón.
Pero no señores, no, tú eres tu único muro, he dicho mil veces, así que de tí depende saltarlo. Pues ni siquiera hizo falta saltarlo, simplemente no había muro, había gente animando, aplaudiendo, haciendo la ola, cantando...fue como si me llevasen en volandas, no había ni rastro de cansancio, el último medio kilómetro parecía como si fuese el primero ¿dónde estaban los anteriores 41? Cuando llegué otra vez a Puerta Real no pude menos que dar un abrazo a Diego/ Décimas gitando "¡mucho camino por andar, soy maratoniano!", a cada conocido que me cruzaba (muchos de ellos ya largándose a casa tras acabar la carrera) les repetía "¡que lo acabo, que lo acabo!" y se morían de risa. Parecerá una chorrada pero me costó contener las lágrimas. Me acordé de mis colegas de entreno en Cabañas, como Ton, Ian, Jorge y Moncho (mi entrenador putativo, que aún no se cree que haya hecho esta carrera) entre otros, ninguno estaba presente pero me acordé de ellos, por supuesto.
Pero no señores, no, tú eres tu único muro, he dicho mil veces, así que de tí depende saltarlo. Pues ni siquiera hizo falta saltarlo, simplemente no había muro, había gente animando, aplaudiendo, haciendo la ola, cantando...fue como si me llevasen en volandas, no había ni rastro de cansancio, el último medio kilómetro parecía como si fuese el primero ¿dónde estaban los anteriores 41? Cuando llegué otra vez a Puerta Real no pude menos que dar un abrazo a Diego/ Décimas gitando "¡mucho camino por andar, soy maratoniano!", a cada conocido que me cruzaba (muchos de ellos ya largándose a casa tras acabar la carrera) les repetía "¡que lo acabo, que lo acabo!" y se morían de risa. Parecerá una chorrada pero me costó contener las lágrimas. Me acordé de mis colegas de entreno en Cabañas, como Ton, Ian, Jorge y Moncho (mi entrenador putativo, que aún no se cree que haya hecho esta carrera) entre otros, ninguno estaba presente pero me acordé de ellos, por supuesto.
Sólo quedaba el paseíllo triunfal, un pasillo de aplausos hasta el centro de la Plaza de María Pita. 95 metros de placer y payasadas hasta pasar bajo el arco de meta, con los brazos en alto, como si hubiera ganado a alguien (y lo hice, me gané a mi mismo y a mi mente) dedicándole esta carrera, como siempre,a mis padres. Al cruzar la meta me colgaron una medalla (la única que guardaré siempre) me dieron bebida, abrazos, risas y reconocimiento. Soy maratoniano, un tiempo patético pero soy maratoniano. 3 horas y 51 minutos de auténtica felicidad, otra vez. Hoy tengo que bajar las escaleras al revés por las agujetas en los muslos, las uñas de los pies son negras, no he parado de comer y beber desde ayer, he tenido que hacerle un agujero extra al cinturón....¡pero soy un tío feliz!.
Victorioso, Nenikakemen, que diría Filípides |
A partir de aquí queda, ¿cómo no? mucho camino por andar. A ver qué es lo siguiente...
Estoy con la boca abierta, te has hecho una maratón sin entrenarla, en un tiempo muy bueno para un debut (3:51 no es un tiempo patético) y encima con un tiempo de perros. Eses muy grande y yo me siento muy pequeñito.En la maratones se debe llorar, sobre todo en la primera. Muchas Felicidades y un fuerte abrazo MARATONIANO
ResponderEliminarGracias Alex, tú sí que eres grande. Y ahora estoy d eacuerdo contigo, Filípides murió de felicidad...
ResponderEliminarTe voy a dar a ti tiempo patético...ANIMOOOOOOOO, eres un crack
ResponderEliminarOJORDO
¿Lo siguiente? Novia muchacho, novia.
ResponderEliminarLeyendo tu crónica, creo que acabas de introducir un nuevo elemento necesario para acabar un maratón: el BUEN HUMOR!!.
ResponderEliminarPor poco se me saltan las lágrimas de la emoción... Eres un auténtico cabronazo y lo has descrito de una manera que parecía como si lo estuviera viviendo en ese momento. En común tenemos que mi primer maratón lo corrí poco antes de cumplir 40.
ResponderEliminarBores
Qué recuerdos. Yo no es que haya hecho muchos maratones, pero tengo el honor de contar siete en mis piernas (cuatro en Madrid, uno en Berlín, uno en Amsterdam y uno en Ciudad Real). Y el primer maratón, que corrí con 19 años, lo hice con la misma idea que tú: voy a hacer media maratón y me paro. Pero está visto que una vez que te metes en la carrera, es imposible dejarla a no ser que te fallen tooodas tus fuerzas. Llegar a la meta es una sensación que la gente que no la ha corrido no entiende. Yo también entro siempre con los brazos en alto. Y mi mejor tiempo es mucho más patético que tu primer tiempo. 3:54. Pero yo creo que no hay tiempo patético porque acabar es ya una proeza digna de otros tiempos.
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