DESAFÍOS...

"...sólo los que se atreven a llegar lejos, son capaces de llegar a saber lo lejos que pueden llegar..."
T.S. Elliot

jueves, 13 de agosto de 2015

El viejo (yo) y el mar ( Sisargas...) Algo para recordar.

"Miró por sobre el mar y ahora se dio cuenta de cuán solo se encontraba. Pero veía los prismas en el agua profunda y oscura, ....miró adelante y vio una bandada de patos salvajes que se proyectaban contra el cielo sobre el agua, luego formaban un borrón y volvían a destacarse como un aguafuerte; y se dio cuenta de que nadie está jamás solo en el mar." Ernest Hemingway,  El viejo y el mar. 

Si cambiamos los patos salvajes por gaviotas chillonas, casi podría decir que el pasado domingo he sentido lo que describe el barbudo Ernesto. 

Y es que ese domingo se celebró la VI edición de la que consideramos LA TRAVESÍA gallega, así con mayúsculas, Sisargas / Malpica, organizada por mi amigo, el gran Dani.  Se trata de una travesía que no destaca por su distancia (4200 metros en el hipotético caso de hacerla en línea recta) pero sí por su emplazamiento mítico (inicio de la Costa de la Muerte) y su dificultad.


La historia de esta travesía en mar abierto (abiertísimo diría yo) es curiosa y bonita. El bisabuelo de Dani, allá por 1933, apostó con sus amigos mariñeiros de Malpica de Bergantiños a que era posible nadar desde el archipiélago hasta la playa de Area Maior, en pleno pueblo. Casi puedo ver la escena si cierro los ojos, ese "a que no hay huev..." dicho entre amigos y entre tazas de Ribeiro o cervezas (cómo me identifico, jeje).  Resumiendo, el temerario malpicán logró su hazaña pero lo pagó con una pulmonía que le llevó al campo santo unas semanas después. Su bisnieto surfeiro y nadador  Dani, décadas más tarde, impresionado por la historia familiar, decidió organizar esta travesía. Travesía ya clásica que más que una competición deportiva es un evento inolvidable en el que se une el compañerismo, la vida sana, la superación, vencer miedos, espíritu deportivo del de verdad (no buscar el "ganar" sino el "participar").

Yo, siendo un nadador del montón, bastante vago y con mis michelines encima,  ya había participado, pero esta ocasión fue especial. La semana anterior hizo un tiempo que esto parecía un verano "de los de antes" con lloviznas, nubes, claros de sol que aprovechábamos para ir a la playa, y sobre todo con mucho viento y olas. La predicción para el fin de semana hacía prever lo peor, posible suspensión de la travesía debido a las condiciones del mar. Finalmente, salió el sol, las olas disminuyeron algo y el engañoso viento del nordeste pareció dar una tregua. En teoría la marea nos ayudaría, parecía que iba a ser divertido. 
Antes con Nacho y Luis Jarri....
 El ambiente previo fue una maravilla, muchos amigos, bromas, risas, conocer gente nueva, ánimos, consejos, más bromas...La singladura en el precioso pesquero Adrina desde el puerto a la Sisarga Grande, coincidiendo con la super fotógrafa bromista del año anterior (Irina Bastón, muy recomendable) con el amigo Nacho, Luis Atlante, Juanete y otros, fue divertidísima. Mientras saludábamos a los participantes que iban en otros barcos (la gran Bea, siempre sonriente, que organiza las mejores travesías de galicia, mi primo Javier, Amparo la gran nadadora, los Kurai, Diego, Álvaro y Pablo de los entrenos Enxebres, la gente de las Rías Baxas, compañeros de Cabañas como José, con quien fui ya el año pasado, los Nosportlimit de Coruña y tantos otros que siento olvidar), el patrón y tripulantes ya nos advirtieron que la cosa iba a ser dura. 

Y tan dura que fue. En resumen solo diré que tras 15 minutos en que se podía nadar bien, se levantó un nordeste brutal que cambió la corriente, poniéndola totalmente en contra con lo que por mucho que bracease no avanzaba nada. A eso se unió un oleaje tremendo que, si bien era llevadero, motivó que los kayaks de apoyo de otros años no nos acompañasen, con la inseguridad mental que eso provocó.

Durante...
A poco de enfilar la Ermita de San Adrián, tras mucho tiempo viendo impotente como casi no avanzaba, ya estaba resignado a acabar de último, cosa que me da igual. Pero ni eso. El oleaje y mi manía de no tomar biodramina pasaron factura y empecé a "dar de comer a los peces". Parecía un quinceañero borracho de garrafón en un botellón cualquiera. Suena poco fino pero eché la comida de un par de días (y prometo que eso, en mi caso, no es poca cantidad). Ahí estaba, mareado, debilucho y, la verdad, algo asustado por no ver a ningún otro nadador ni kayak cerca. A los 5 minutos apareció la zodiac de Protección Civil y me convencieron de subir (mucho no les costó, la verdad) nadé más o menos el mismo tiempo que me llevó acabar la travesía el año anterior, y aún me quedaba mínimo un kilómetro y medio. Fue increíble. 

La zodiac me llevó hasta el mítico y querido Adrina, donde se encontraba mi fotógrafa preferida así como un patron y tripulantes que nos trataron como reyes.  Una coca cola, agua y como nuevo (aunque por la tarde tuve que pasar por la farmacia y comprar Primperán). Ahí empezaron de nuevo las bromas, fotos, alegría con los compañeros (todos hechos polvo) entre los que estaba Luis "tiburón", que podía haber continuado.  

Y después, con Luis Tiburón.
Me sorprendió notarme agotado, pero curtido, en el sentido de que no me importó no llegar a la playa, satisfecho conmigo mismo, cuando otra gente dejaba ver su frustración.  Esto es para disfrutar, hacer deporte y conocer gente, no para jugarse la salud. Hay días y días . 

En fin, parafraseando a mi amigo Luis, que compara esta vivencia con el paso por Rentería en la Behobia San Sebastián, puedo decir que esta travesía, justo ésta y todo lo que en ella he vivido (euforia, placer, susto, debilidad, compañerismo, el marco incomparable, las risas, paella y cerveza por supuesto ) han sido, como la mencionada Behobia, los maratones y los 101 de Ronda, algo especial. Algo, en resumen, para recordar. 

El año que viene volvemos, a por las Sisargas, a por Malpica. A disfrutar como nunca. 




jueves, 14 de mayo de 2015

Audaz y temerario. La fuerza de la voluntad.

"No es duro... La fuerza de voluntad es lo que cuenta", Francisco Contreras Padilla. Super Paco. Cientounero de 77 años. 
Hoy debería cambiar el título del Blog y llamarle mas bien “mucho, pero que mucho, mucho, camino por andar”. 

Para empezar hagamos un poco de historia. En 1995, como parte de los actos que conmemoraron el 75º Aniversario de la Fundación de La Legión Española, surge la iniciativa de una actividad cívico militar para acercarla un poco más a la población civil por medio de una prueba deportiva de dureza extrema, donde la entrega y camaradería entre civiles y militares fuera un valor tangible. 

Demos un salto en el tiempo y observemos, en un pueblo con mar como dice la canción,   a dos amigos, militar uno y civil el otro,  aficionados al deporte, paquete el uno y un señor iron man el otro,hidratándose convenientemente en la puerta de un bar. Tan rica estaba la Estrella Galicia fresquita que una fue siguiendo a otra, y  otra y otra más...hasta que las conversaciones pasaron de un " a ver si mañana corremos un poco " a un "a que no hay narices de apuntarse a una locura"...

Audaces y temerarios
Y hubo narices, hubo. Y además suerte, porque no es nada fácil conseguir un dorsal para participar en los míticos 101 de Ronda.  Así que una vez confirmado éste, no hubo más remedio que ir.
Pasaron los meses y, tras jurar por lo más sagrado no volver a inscribirse a nada sin antes pasar un control de alcoholemia, el sábado 9 de mayo de 2015 el que suscribe está luciendo su camiseta del Club de Atletismo Sada, con los ojos como platos y el corazón en un puño, bajo un sol de justicia, acompañado del otro temerario y de otros conocidos ( ya ahora casi íntimos) ferrolanos "de toda la vida" en el campo de futbol de Ronda, Málaga, con otros tres mil audaces, decenas de legionarios de la organización, familiares, acompañantes y hasta una cabra,  sobrevolados por un ala delta y un helicóptero de la Guardia Civil esperando que, tras los reglamentarios y emocionantísimos  "Vivas" puño en alto y gorra al viento, sonase el cohetazo de salida y empezase el camino, (¡y qué camino!). 

He tenido que esperar unos días para escribir esto porque tenía que bajar del cielo. Mientras tecleo no sé cómo voy a contar la experiencia, es más, no sé qué voy a contar porque sería imposible hacer una crónica de esta aventura.  Intentémoslo con lo típico que se cuenta en las carreras: Objetivos, entrenamiento, estrategia y experiencia. 

El objetivo: Mi plan a) era  recorrer los 101 km en unas 18 horas. El plan b) era cruzar la meta antes del límite de 24 horas y el plan c) consistía, simplemente, en volver a Galicia vivo.  

Alcalá del Valle
El entrenamiento: Casi no hubo, la verdad. Solo participar en las típicas carreras de todos los años (con el fantástico maratón atlántico como colofón) y eso sí, los fines de semana acumular kilómetros, pero sin seguir una rutina, yo soy así y así seré, nunca cambiaré como dice otra canción. 

La estrategia, por llamarle de alguna manera: En llano correr al trote sin pasarse, cuesta abajo correr cuidando de no dañarse las rodillas ni embalarse y cuesta arriba, aunque fuese el mínimo desnivel, caminar.  Lo hice, lo hice. 

Y ahora viene lo imposible de narrar. La experiencia en sí. Quien no ha hecho maratones, ni por supuesto pruebas como ésta, si por casualidad lee esta entrada pensará que es una chorrada y una fantasmada. Quien haya hecho varias pensará "cosas de novato", otros me llamarán friki y todos, sin excepción, dirán que soy un poco moñas. Es lo que hay. 

¿Qué cuento?, ¿con qué me quedo? ¿Con lo impresionantemente bonita que es la ciudad de Ronda? ¿con el indescriptible Tajo? ¿con la Sierra o con  los blancos pueblos como Alcalá del Valle?, ¿con las piedras del camino o las alucinantes casas cueva de Setenil de las Bodegas?.  ¿Cómo voy a describir lo que es correr por la plaza de toros de Ronda que tantas veces hemos visto en la televisión siendo aplaudido por decenas de vecinos?.  

Ferrolanos por el mundo
Puedo contar que el primer avituallamiento fue una fiesta donde coincidimos todos los conocidos y que más tarde, en el campo de maniobras daban ganas de correr demasiado rápido, menos mal que esta vez sí que usé la cabeza, porque lo habría pagado. También puedo contar la bajada sufriendo un sol abrasador a Arriate, regados por las mangueras y animados por los gritos de los vecinos  (¡ay, ese acento andaluz !!).  Menuda marcha había en ese pueblo, por cierto,  daban ganas de quedarse de cañas. Ya llevábamos más de 30 km y estábamos como nuevos.  

Venga, cuento el momento moñas número uno cuando, acompañando muy inteligentemente (perro viejo) a un equipo de legionarias veinteañeras, le chocamos las palmas a un niño en silla de ruedas que nos animaba mientras su amigo, hermanito o lo que fuese le empujaba de un lado a otro (lagrimilla nº 1  de cabañés a punto de salir). 

Con la luz y el calor del sol también tuve el privilegio de recorrer unos km pegado al famoso super Paco, que a sus 77 años y vestido de campesino hizo los 101 mejor que muchos "runners vestidos de calippo".  Más cosas que pasaron bajo la luz del sol....la cuesta de cemento tras Alcalá del Valle, que desafiaba la Ley de la gravedad; el ambientazo de las terrazas de Setenil, donde me alegré de que el amigo liante fuese mucho más rápido porque sino nos quedábamos de copas seguro seguro; los lugareños sentados en las puertas de sus casas en todo el recorrido de día, y sus niños ofreciéndonos agua y fruta (¡esa sandía, qué rica estaba!!!), el camión de bomberos refrescándonos, el ambientazo en el avituallamiento fuerte de Setenil (km 56) donde ya empezábamso a ser menos. Podría no parar de escribir...

Setenil
En estas pruebas siempre se conversa con los demás participantes, pero cada vez se hablaba menos. Y yo cada vez estaba más convencido de que iba a poder lograrlo. 
Habría que contar que unos km después se puso el sol. Se encendieron los frontales y hubo momentos en que eso parecía el proyecto de la bruja de Blair. Al principio ves "en blanco y negro",  es raro, y en dos dimensiones, yo no estoy acostumbrado y no distinguía los desniveles al pisar. Los mosquitos nos invadían. Entre eso y el cansancio, a partir de ahí casi no troté, solo caminaba rápido. 

En el km 76 (¡km 76!!!) llegamos al Cuartel del Tercio.  Al entrar se me ponen los pelos como escarpias cuando un legionario se cuadra y me da la bienvenida. Tras beber y descansar unos minutos llega Poli anunciando que se retira por calambres, una pena.  No fue el único, allí veo mucha gente retirarse y ambulancias asistiendo a algunos. 

Iba tan bien de tiempo (para mis planes) que cometí el gran error de meterme en el comedor. Fue terminar la cena, ponerme de pie y casi desmayarme. Un sudor frío me empapó de pies a cabeza y traté de disimular para que no me impidiesen continuar. De pronto noto un brazo firme pero suave en mi codo y escucho "¿vamos a tomar el aire chiquillo?" casi me enamoro, jeje. Una legionaria jovencita, de uniforme (sanitaria ella) me lleva fuera y me atiende un rato. No se si fue ella y su acento o la Cocacola (auténtico bálsamo de fierabrás, digan lo que digan ), pero al rato me siento mejor y me decido a seguir. La verdad es que tenía miedo de no poder acabar pero si semejante monada te dice, con ese acento: "a por los 101 , guapo" pues ya no hay vuelta atrás, jaja. Con la coña perdí más de una hora. 

¿Santa compaña?
Y habría que contar también la última parte de la carrera. Esos últimos 25 kilómetros de una dureza que yo no me imaginaba, y mucho menos esperaba que yo iba a ser capaz de sacar fuerzas de flaqueza y mantener el ritmo de los que me rodeaban, no podía más pero tenía voluntad de seguir y no quedarme atrás. Me sorprendí subiendo las cuestas sin bastones, admirando la hilera de luces que formaban nuestros frontales por la bajada de Montejaque, Benanjoan (desierto a esas horas) y las cuesta la Ermita y la Muela. Parecíamos la Santa Compaña.  Aquí vino el momento moñas número dos, cuando sentí con toda mi alma la pena de saber que no iba a poder contarle a mis padres lo bonito que era eso, y lo que estaba viviendo.  

Durante esos kilómetros lentos, la intensidad del esfuerzo, el cansancio, el silencio que nos rodeaba, solo roto por el chocar de los bastones, el rumor de los pasos y muchos suspiros y lamentos (desde los de lenguaje tabernario "su p...madre" hasta auténticas jaculatorias "Por Dios Santo, quiero llegar a lo alto"), hacen que la cabeza se evada. Uno sigue por inercia, tirando más de voluntad y fuerza mental que de físico y entrenamiento. Los movimientos son descoordinados. Llegué a estar en una especie de sueño, se me escapaban palabras sin sentido, pensaba en voz alta y mi mente jugaba conmigo, como cuando los juegos de luces y sombras del frontal y la luna hicieron que me imaginase al compañero que me precedía con sus bastones como una gigantesca mantis religiosa.  Recuerdo el olor del campo, las culebras serpenteando a nuestro paso, el escorpión que estoy seguro que vi, las sonrisas y ánimos de los solitarios legionarios que velaban por nosotros...recuerdo muchas cosas. 

El Puente Nuevo. Ya estamos casi 
Tengo que ir abreviando porque esto puede no tener fin. Solo decir que los últimos 25 km me llevaron muchísimo más tiempo que los 76 anteriores, incluyendo la hora perdida en el Tercio. Pero al llegar a los pies de Ronda, ver el  puente nuevo allá a lo alto iluminado por la luna hizo que la llamada cuesta del cachondeo fuese superada a base de anhelo, deseo y ansia por llegar a al Alameda del Tajo, donde al llegar sobre las 6 de la mañana había gente animando y aplaudiendo, lo que unido a las ganas de llegar y la fuerza de la voluntad, hizo que quienes coincidíamos en los últimos metros entrásemos corriendo como si no llevásemos más de 100 km encima en algo más de 19 horas.  Los caballeros legionarios nos colgaron los "ladrillos" nos felicitaron y cruzamos el arco de meta sintiéndonos orgullosos, inmensos, grandes, satisfechos, sufridos y, sobre todo, felices, muy felices.  

Sufrimiento y dureza
Habría mil anécdotas que contar, pero es imposible. La prueba de que, efectivamente, estamos locos, es que cada minuto que pasa tengo más ganas de repetir la experiencia a pesar de lo que he sufrido. 
Durante estos días, van viniendo a la cabeza momentos  de manera similar a esas escenas de Forrest Gump, cuando vemos al protagonista correr y correr, sin sentido, y la cámara nos enseña mientras suena un fantástico fondo musical, puestas de sol, campos de trigo, pueblos, nubes, sudor, sonrisas y llantos.... (momento moñas número 3)

Soy cientounero, lo he conseguido siendo un paquete. Tengo la cartilla de enganche de la Legión. Repetiré.  Soy cientounero, gracias a, como dijo Super Paco, la fuerza de la voluntad. Lo he conseguido. Y estoy muy feliz.  


jueves, 23 de abril de 2015

Como la vida misma, corriendo con (c)alma


El mes de abril es una gozada, la primavera está en su esplendor, los días son más largos, los jardines florecen, tenemos mejor color, la gente pasea más, hasta la lluvia, que no para,  es más bonita... Yo, particularmente, hace tiempo que asocio este mes con el maratón.  En dos semanas de abril todos los años se celebran, entre otros,  el maratón de Boston, el de Madrid y el Maratón Atlántico, La Coruña 42. 

María Pita vigilando la meta.
El 19 de abril se celebró la 4ª edición de La Coruña42. Cuarta edición y tercer recorrido distinto, por aquello de estar la ciudad medio levantada por obras curiosamente coincidentes con el periodo preelectoral. Los corredores nos estamos volviendo un poco tiquismiquis de más. Las semanas previas a la carrera todo eran críticas por los lemas ( "Corre con calma" "este es el dorsal de un valiente" "correr es de valientes"... y demás frasecitas facilonas)  por el cambio de recorrido y por otras cuestiones varias. Yo creo que las críticas se han convertido en un medio para desahogar los nervios. 

Este año, sin que sirva de precedente, había "medio entrenado" el maratón. Bajé unos kilitos y aunque no seguí ningún plan (¡hasta ahí podíamos llegar!) los fines de semana hacía tiradas bastante largas, ya fuese por montaña o por asfalto. El hecho de llevar kilómetros en las piernas, no tener pretensiones de bajar marca y llevar ya varios maratones hacía que en teoría fuese sin nervios. Pero en esta edición, mi tercera participación en Coruña, debutaban un par de amigos (Tony y Jorge) con los que suelo correr, o mejor dicho, detrás de los que suelo correr, y sus nervios se me contagiaron algo. Aparte de que claro, correr la mítica distancia algo acojona siempre, para qué engañarnos. 

El lema del dorsal tenía tela..
El compañero Jorge llevaba unos meses entrenando bien para una media maratón, decidió intentar la prueba reina adoptándome casi como mentor, y las semanas previas cuando corríamos le iba contando cómo fueron mis anteriores maratones, los consejos que da la gente etc...tanto hablar y trotar hizo que me picase el gusanillo maratoniano, lo que es de agradecer porque sino no habrían salido las cosas como salieron. 

¿Y cómo salieron? pues, habiendo esperado tres días antes de escribir nada para bajar de la nube de felicidad , puedo decir que ha sido la carrera que más he disfrutado. Se dice que nadie olvida el primer maratón, y es verdad, pero tampoco el segundo, ni el tercero... y este último ha sido el mejor.  

El maratón atlántico tiene la peculiardad de un recorrido lleno de vueltas, curvas y giros, cruzándote continuamente con los compañeros maratonianos. También es peculiar por no estar masificada, solemos participar entre 900 y 1200 corredores, de los cuales conozco a la cuarta parte por lo menos, lo que le da un toque familiar muy de agradecer. La pega es que es un maratón "solitario" en el suele haber poco público y animación salvo en puntos concretos y, cómo no, en el km final y llegada a meta, pero en esos puntos los aplausos son tan intensos (especial mención a los miembros del Club de Atletismo Sada) que te da la impresión de estar en uno de los 5 grandes o en la Behobia, una maravilla.

El día amaneció nublado pero con una temperatura agradable y sin el temible viento que nos podía hacer chocar con el muro antes de tiempo en el paseo marítimo. Menos mal que a pesar de los partes meteorológicos no llovió, porque aquí cuando empieza no para. Como siempre la media hora previa a la salida fue un continuo ir y venir saludando y dando abrazos a la gente, la Coruña empezaba a despertar con nuestras voces y la música de los grupos colocados estratégicamente durante el recorrido para animarnos, y nosotros empezábamos a sacudirnos las legañas del madrugón. 

(41 km en patas y  sonrisa, gracias Club Sada por los aplausos)
Y llegó el disparo de salida. No me voy a extender porque hay poco que decir. Fueron 42.195 metros corriendo con alma. 42.195 metros sin parar ni caminar salvo el tramo entre el último avituallamiento y el contenedor que había un poquito más adelante mientras mordisqueaba una naranja y bebía agua. Fueron 42.195 metros de animar a los demás, y chocar palmas con Coke, Santi, Jorge, los compañeros y las chicas del Sada y quien se me pusiese a tiro; 42.195 metros de charlar con los corredores que me rodeaban, de pensar en lo divino y lo humano, de disfrutar del paisaje, del sonido de las olas, de los grupos musicales, de los golpes de mis pies;  42.195  metros de sudor y el sufrimiento justo; de nuevo,  42.195 sonrisas. Han sido, en fin,  42.195 metros  de felicidad.  

Mi amigo maratoniano Khene compara el maratón con un parto: Te pasas meses preparándote con ilusión para el famoso día D (o M de maratón), las contracciones empezarían según él al pasar la media y el parto sin epiduiral sería a partir del km 32. Jaja, grande Khene, con sus nervios previos a Madrid. 

La verdad es que la comparación no está mal, de hecho la podemos enlazar con la de la  plusmarquista maratoniana Mrs. Radcliffe, que creo que decía algo así como que un maratón es como la vida misma, donde va a haber  sobresaltos y periodos duros y dependiendo de cómo se enfrenten, se superarán. 

Las merecidas medallas, ganadas con alma.
Estoy totalmente de acuerdo. Durante los 42.195 metros (ni uno menos) que se recorren en un maratón se atraviesa toda la gama de las emociones: Ilusión, nervios, ansiedad,   miedo, rabia, coraje, orgullo, saber que el muro y el hombre del mazo estarán ahí, aunque con suerte puede que no los veas,  euforia, emoción, placer, dolor, alegría...Todas las positivas las viví el domingo, acabando en lo que según Khene sería el alumbramiento,  al cruzar el arco de la Plaza de María Pita y sentir lo que se siente al acabar todo maratón:  una absurda explosión de felicidad que parece que te abre el pecho al cruzar la meta, hagas la marca que hagas. 
Las pruebas de maratón son el mayor acontecimiento pacífico de una comunidad en toda la historia de la humanidad. Documental “Spirit of marathon”.



lunes, 5 de enero de 2015

Chocar las manos, nadar contracorriente y arrancar alegría a la vida


¡Enero de 2015!. Nos hacemos mayores, uno está ya más cerca de los 50 que de los 35 y empezamos el año en que el Delorean de Marty McFly regresa al futuro y le lleva a conocer a sus hijos...hace casi 30 años estaba en el cine muerto de risa viendo esta fecha y ya ha llegado, tempus fugit. 



Con esto de cumplir años a principios de enero se juntan las fiestas familiares con las juergas locas, los regalos de Reyes con los de cumpleaños y los buenos propósitos de año nuevo con los que uno suele hacerse al ir ganando experiencia. Esa experiencia hace que la gran lista de objetivos imposibles de cada enero vaya convirtiéndose, con los años, en una pequeña lista de metas alcanzables, siempre y cuando se ponga algo de nuestra parte, claro.

A finales de diciembre ya tenía pensadas esas pocas metas: Mantener y hacer mejor mi trabajo, ser mejor persona y cuidarme más y tener más sentidiño en los desafíos deportivos, los cuales se van a limitar en un par de  medias maratones más o menos bien hecha (Vig Bay en primavera y la inexcusable Vuelta a la Ría, Memorial Adolfo Ros en invierno), un maratón sin agonizar (o sea, preparándolo al menos un poco) y quitarme la espina de la travesía a nado de 10 kilometritos, ahí es nada. Eso sí, con sentidiño, jeje. 

Pues bien, como suele pasar, un par de fiestas, una anécdota graciosa, una charla y coincidir con alguien especial, hace que cambie la perspectiva y que esos objetivos no sean al final una meta, sino el camino para llegar a ella. 

El Eumés José y un nuevo amigo compañero de nombre, carreras y algunas juergas el otro día, tras la cuarta cerveza de hidratación post carrera San Silvestre, comentaban coincidiendo conmigo al 100 por 100, que sólo el hecho de chocar palmas con niños que nos animan en competiciones compensa el esfuerzo, el madrugón, las agujetas y los sudores sufridos.  Uno agradece ver que no es el único corredor moñas y me gustaron esas palabras, justo a mi, que para animarme a acudir a alguna carrera cuando me da pereza miro alguna foto en la que choco las palmas de alguien del público. 

El recordar lo bien que lo paso en las carreras, travesías etc... es lo que me animó a acudir a la primera travesía del año, justo el día de mi cumpleaños. Se trataba de la IV Travesía a nado organizada por el Liceo Coruña en beneficio de la Asociación Gallega de Afectados por la ELA, esa terrible enfermedad (AGAELA).  El madrugón me sentó fatal, estaba nervioso (como siempre), el día estaba gris, tenía catarrazo y resacón, hacía un frío horrible, el neopreno no me cabía bien ( o encogió o me pase con las fiestas navideñas), el agua estaba a unos 12 o 13 grados...en fin, un cúmulo de circunstancias que invitaban a poner cualquier excusa y volver a meterme debajo del edredón. 


Aún así había que acudir, ya que era por una buena causa, ayudar a dar a conocer esta enfermedad y contribuir con unos pocos euros y ya de paso cumplir años haciendo algo de ejercicio y realizando la buena obra del día. Como siempre, a los 10 minutos saludando a todos los conocidos que participaban y riéndonos de nosotros mismos, se me pasó la pereza. Los mil metros entre cubitos de hielo se me pasaron enseguida y el chocolate calentito y demás viandas me sentaron estupendamente, pero lo mejor fue al final. Uno de lo afectados por la ELA , Fran Otero,que lleva 18 años soportando la enfermedad, nos dirigió unas palabras pregrabadas en las que (como dijo mi amiga Bea) nos dio una lección a todos de vitalidad, superación, entusiasmo y ganas de vivir, haciéndonos ver que somos afortunados.  Por su parte su mujer, Damaris, con una sonrisa y una cara que refleja bondad, nos enseñó lo que es amor con mayúsculas hacia su marido. 

De sus palabras y de la charla cervecera con mi tocayo sale el título de la entrada de hoy y la meta a la que conduce mi mucho camino por andar este 2015: Chocar muchas manos, nadar (y correr) contra corriente y arrancar cada día alegría a la vida.