DESAFÍOS...

"...sólo los que se atreven a llegar lejos, son capaces de llegar a saber lo lejos que pueden llegar..."
T.S. Elliot

lunes, 14 de junio de 2010

HUELLAS EN LA BAJAMAR


Me gusta correr por la playa, y si es por “mi” playa más aún. Quienes me conocéis personalmete y los que hayáis leído algo de este blog ya sabéis que la playa y el correr son dos de las cosas que más me gustan, así que juntas, lógicamente, mucho más.
Aunque me he acostumbrado a entrenar con compañía, por aquello de la charla, los consejos y conocer gente, algún día que siento la necesidad de machacar el cuerpo y no tengo con quién correr ni tiempo para coger la bicicleta, salgo a rodar solo, aunque solo sea unos pocos kilómetros por el pinar y la playa. Más que para entrenar, para “soltar” las piernas y de paso los agobios. Hoy fue uno de esos días. Por la mañana había quedado para correr pero al final suspendimos el entrenamiento, al atardecer no aguantaba más y me puse los tenis.
Cuando corro por correr, me olvido de ritmos, kilómetros recorridos o progresiones , la cabeza se relaja y sin saber cómo empiezo a pensar en las cosas más peregrinas, pierdo la noción del tiempo. A veces solo disfruto de ver la espuma del mar, las gaviotas planear o el sol ponerse o salir, según la hora y de oír los crujidos al pisar las conchas o las hojas, el romper de las olas, o las mismas gaviotas graznando. Ya he escrito que suelo acordarme de mis padres, pero sin pena, sino con cariño.
Aveces me cruzo con otros corredores o con gente paseando al perro, otras veces, como hoy, no coincido con nadie. La marea estaba bajando y la arena mojada estaba perfectamente lisa, no había ni una huella, ni un alga, nada. Además, al haber hecho bastante viento, la arena seca también estaba plana. Al acabar el recorrido playero por primera vez y girar para volver al inicio pude ver como sólo mis huellas rompían la uniformidad de la arena. Sentí no tener una cámara a mano, era una estampa bonita. No es fácil que vuelva a repetirse la playa tan lisa, la luz del atardecer, el cielo azul oscuro a pesar de las nubes y ni un alma a la vista.
La imagen me recordó la famosa poesía o cuento americano aquel, supongo que de algún pastor evangélico, llamada “footprints in the sand”, que narra como un hombre sueña que pasea con Jesús por la playa, viendo en el cielo escenas de su vida. Por cada escena que pasa quedaban impresas dos pares de huellas en la arena, las de él mismo y las de Jesús, excepto en algunas ocasiones en que sólo se veía un par de huellas, eso sí, más profundas. Como ese hecho coincidía en los momentos más duros de su vida, el hombre le reprocha a Jesús que le haya dejado solo cuando más lo necesitaba, sin darse cuenta de que precisamente en esos momentos sólo queda en la arena el par de huellas del propio Jesús, que le sostiene en brazos en esos momentos difíciles.
Es una metáfora un poco cursi, la verdad, pero si se es creyente es muy reconfortante. Por lo menos yo me sentí bien al correr sobre mis propias huellas, si al empezar estaba algo hundido y sólo veía un par de huellas, al volver estaba más feliz y ya había dos pares. Por algo sería.
Eso sí, ¡estoy agotado !. Mañana médico, gestiones varias y descanso.

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